sábado, 6 de diciembre de 2014

Desapego

En diez días me voy a México, donde suelo pasar las navidades. El sentimiento siempre es agridulce, por una parte es una oportunidad de ver familiares que no son parte de mi día a día, por otro lado el DF se convierte en una forma muy particular de aislamiento, una ciudad de más de 20 millones donde no conozco a nadie y nadie me conoce a mi, casi completamente opuesto a lo que ocurre en Valencia, donde inevitablemente todos están conectados por cuanto mucho unos dos grados de separación.

A menudo tengo ganas de irme y no volver, no solo porque la situación de Venezuela sea una mierda (realmente lo es) sino por esa inescapable necesidad de perderse y olvidarse de lo que te rodea, los lugares familiares pueden ser tóxicos si te quedas mucho tiempo y es más sano conservarlos como recuerdos, visitarlos a través de la nostalgia, el único sitio donde son perfectos. Esta vez, además, es distinto, es la primera vez que voy con la convicción y la seguridad de que ese será mi destino una vez me gradúe, y ya comienza a dar miedo.

Todo lo anterior me lleva al tema central de esta publicación: el desapego como forma de vida. Sobre el desapego he tenido varias conversaciones con distintas personas y el consenso parece ser que solo es bueno en ciertas dosis moderadas, después de eso es solo una forma vacía de vivir, no eres el Ché teniendo aventuras en una moto por toda Sudamérica, eres solo un tipo sin nadie a quién llegar del trabajo, la universidad o donde sera que pasas tus días. Pienso en un amigo que ha vivido toda su vida adulta como emigrante, pienso en cómo lo ha marcado y sigue dando miedo, pero no por las razones que lo atormentan a él (creo). Me da miedo aferrarme al desapego como quien se aferra a una droga para poder sobrellevar la vida, echar raíces duele porque si las arrancan quedas medio muerto, pero es mejor que la alternativa, ¿Verdad?.

Le hacemos tanto asco a la soledad como forma de vida que pareciera que es una enfermedad terrible que no quieres que te contagien nunca, pero a algunas personas le funciona, algunas viven mejor así y al final es tan fácil estar solo en una ciudad llena de amigos y culos y conocidos que tal vez no sea tan complicado sentirse acompañado en una donde tengas que empezar desde cero.

Mientras tanto me preparo para cinco semanas de ver a mi papá y mi hermana, de despedir a la otra porque se quedará permanentemente, de salir poco y escribir mucho, de ir al cine dos veces por semana (bendito cine), de bajar al gimnasio que odio después de dos días, de comer y fumar más de la cuenta y de escribirle a mis amigos ebrio para desearle feliz año y decirles que los extraño. Básicamente me preparo para practicar como será mi vida dentro de poco tiempo. Concluyo que el desapego como mantra solo puede ser mentira porque hay cosas que no dejaré ir del todo y ya encontraré allá algunas otras a las que amarrarme como el suicida que se lanza al mar con cadenas, siempre nos hunden las cosas que no dejamos ir, pero el océano es una tumba insuperable.

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