domingo, 23 de noviembre de 2014

La mejor hora para tomarse un trago es a las cinco de una tarde de diciembre valenciana. No es de día, no es de noche, es sólo el momento más mágico y maldito que puedes encontrar para servirte un vaso de lo que sea y beberlo sólo o con quién sea. Con la cobija de una brisa un poco fría que sutilmente, en cada arremetida, va simplificándote la vida, y todo eso mientras el sol ya se ha escondido y lo que queda es sólo la agonía de la luz que tenuemente fue apagándose hasta dejarte en ese limbo. Y entonces, cuando sientas que Johnny Cash te empieza a sonar de fondo, es el momento de mirar por la ventana, que te envuelva ese tenue manto oscuro, que la brisa fresca invada tu pecho y en medio de una mirada a ese vacío, llenes el tuyo con ese primer sorbo y que después vengan los demás, a las cinco de una tarde de diciembre valenciana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario