jueves, 23 de abril de 2015

Domingo sempiterno

Aquel domingo duró meses, aunque fuera interrumpido ocasionalmente por algún martes, miércoles o incluso un viernes, siempre volvía a hacerse domingo rápidamente como si se tratara de una llovizna nocturna que detiene su azote por unos minutos, pero que seguirá mojando las calles de la ciudad hasta que amanezca.

En aquel domingo sempiterno dormí mucho, como suele hacerse en el séptimo día (o primero), en aquel domingo adquirí nuevas adicciones y fui soltando unas más viejas, comencé varios libros que dejé sin terminar porque eventualmente se hizo lunes y ya no quedó tiempo ni ganas.

Aquel domingo terminó definitivamente sin aviso, de un momento para otro. El día se apagó sin hacer mucho ruido entre carros que pasaban, a mitad de una cena, al consumirse un cigarrillo. Los domingos suelen ser así; eternos, efímeros, cortos, vacíos, más parecidos a un sueño que a la vida real y al comenzar la semana te encuentras desorientado, como si acabaras de despertar, finalmente despierto.

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